con las jacarandas que me hacen sombra:
la letanía de la fuerza gravitatoria
me hunde en el pavimento.
Sobre las copas y los rascacielos,
aviones en su paso dejan cicatrices de vapor
y mientras piso charcos color de hormiga,
me recuento una vieja canción:
si escribiera el diario de mis días
unos aciagos, otros venturosos
una imagen tatuaría mis ojos,
tratando de responder
lo que nadie me pregunta.
Fuera del palacio blanco mi corazón creció:
latido a latido cimbró este cuerpo rebosante de soledad
y con pies de nubes
corrí tras la apolínea sombra
para perder las coordenadas.
Me enamoré con una brújula rota,
con un silencio de pena
y como bajando al son
y como bajando al son
de un movimiento telúrico.
Pero como buen autor
que crea y edita,
lo que dibujaste, ensayaste y escribiste
al final
al final
lo borraste.
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