Después de todo, la tarde quedó deliciosa: ya estoy en mi cafetería favorita esperando mi quiche del día y mi vaso de té Lhasa frío; el sol apenas entibia el ambiente invernal y mis ojos coquetean con las copas de los árboles que entreveran al astro rey. En contra esquina, un auto sirve de puesto para rendir tributo a unas maravillas coloridas del arte textil del México sureño, y no dejan de transitar por la calle los autos de la zona.
No dejo de fantasear con mi crush y ahorita me encantaría ver pasar su carro. Tiene unos ojos muy lindos: enormes y oscuros; su faz es tosca, y peor de feo lo veo cuando hace gestos de desagrado o de hipocresía social. De hecho, parece un pitecantropos: frente estrecha y mucho vello facial mal cortado. No es alto y su cuerpo es abofado; fueron sus ojos grandes y su voz atenorada lo que me flecharon. Su mirada tiene una alarma de alegría inevitable: quizás la candidez de su juventud no ha corrompido su humor, cáustico y, aún le habita un universitario tierno y deseoso de contribuir con la materialización de sus sueños a un mundo con más sentido. Su voz me encanta, aunque se guarde de conversar para sus amigos de oficina.
El castañeo de los hielos que refrescan mi té me distrae y me concentro nuevamente en la gente que pasa o está sentada en la cafetería. Un hombre con barba hirsuta ignoró que una bicicletera casi le rebana la bolsa trasera medio cosida; un hombre maduro trae puestas unas gafas de arillo color verde transparente, quejándose con el mesero por no traerle un poco de vinagre blanco para su ensalada; en otra mesa, una mujer joven alimenta a su acompañante de unos setenta años y me atrae la cabellera güera de una chica, que muy sonriente disfruta su ensalada. En el puesto de textiles artesanales un bebé en brazos le sonríe a la mascota de sus padres, que reposa a los pies del árbol que los cubre del sol; unos rubios obesos se bajan de su carro negro y el hombre, como de mi edad, me mira molesto. Me río: unos compas de la oficina llegan a comer al mismo lugar que yo y tengo que fingir que me agrada encontrarme con gente conocida. Afortunadamente rechazan mi invitación a compartir mesa y sigo escribiendo. Me cuestiono: ¿realmente me gustaría toparme con mi crush, justo cuando estoy escribiendo?
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