Manos pudorosas auscultan,
hallan,
sostienen sin miramientos
palmos íntimos que no las esperan
y reforman las intensidades.
Continúan sin vacilar,
una cita de insospechada calidez,
entusiasta y firme búsqueda de todos tus cóncavos.
Así, manos y rescoldos se encuentran e invitan:
unos labios abiertos que reciben la promesa,
bajo una luz mortesina y a las huellas de un rojo tentación,
uno amamanta y otro se alimenta.
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