Tu aliento era la campana de aviso para sumergirnos bajo el oleaje citadino,
la sala, el escenario íntimo de las confesiones.
la sala, el escenario íntimo de las confesiones.
Eran tiempos de los paréntesis que se abrían
dudas que formaban caminos por hacer;
eras el súper hombre del magnavoz integrado
el sabio triste de las alas rotas.
Éramos tres, una familia de hijos dispersos
hijos que extrañaban
hijos con un amor sin firma ni marca,
que a tientas buscaron los hilos para amarrar el hogar.
Ya no eres de carne ni tampoco polvo de estrellas;
no eres unos pasos en la mañana
ni las mentadas de madre a la TV.
Eres un recuerdo gris de un verano que se acabó contigo,
eres para mí un bebé rollizo y la foto de tu credencial de locutor:
tramos de toda una vida que ya es historia.
tramos de toda una vida que ya es historia.
Fuiste quien me tendió un techo de acordes armónicos;
armaste el código, cerrado, de lo que ahora es mi universo.
armaste el código, cerrado, de lo que ahora es mi universo.
Fuiste sonrisa tierna cara pálida rizos de Shirley Temple
fan de Cantinflas locutor de madrugada
confesor de insomnes creyentes de la duda, hermano bastión
banco del amor incondicional
ateo gracias a las batallas perdidas
hijo rabioso trabajador del Estado.
fan de Cantinflas locutor de madrugada
confesor de insomnes creyentes de la duda, hermano bastión
banco del amor incondicional
ateo gracias a las batallas perdidas
hijo rabioso trabajador del Estado.
Tuviste el don de formar a esta criatura
(que nunca)
nunca dejó de decirte papá.
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